domingo, 12 de agosto de 2012



Yo lo escuché
Allí estaba en la acera de enfrente, y lo observé por varios minutos, pensando que esperaba a alguien, no pude más y me acerqué, tendría unos 9 añitos. Su ropita maltratada, en su pierna izquierda una bota en la que casi ya no había color, la otra pierna enyesada, sus manitas metidas en su pelo y agachado; lo saludé con un ¡hola¡,tenia unos ojos aguamielados, del color del aguamiel del papelón de mi tierra, me miró no se si con asombro o con tristeza y me contestó ¡hola señora!,le pregunté que hacia si esperaba a alguien.
Pero me esperaba a mí, de eso si estoy segura que hay momentos en que nuestros pasos son encaminados hacia alguien que nos necesita ¿de dónde eres ? de un país vecino me respondió, de allí un señor hace dos días me trajo para que trabajara y¿ tus padres?...no los conozco, me crió una abuelita que hace un año murió y quedé en la calle porque demolieron las ruinas donde vivíamos, yo no sabia que trabajo me tenia el señor que me trajo, ayer muy de mañana, apareció otro señor que me dijo que iba hacer algo en mi pierna que no dolía, me enyesó y cuando pregunté: porque si yo no tenia nada, me dijo que no podía hablar, que desde ese momento yo tenía que ser mudó ,me dio un trozo de pan y luego me llevó cerca de un semáforo donde me sentó en un banquito viejo y puso en mis manos una gorra, diciéndome que la mostrara a todos los que pasaban que me iban a dar mucho dinero y que la mitad sería para mi.
Allí estuve con hambre y sed y muy cansado, pero eso si la gente al verme colocaban en la gorra billetes de diferentes números, allí pasé hasta bien entrada la noche, cuando el señor me recogió y me llevó de nuevo al cuarto donde vive, me dio otro pan y se puso feliz cuando vio tanto dinero.
Y ¿la mitad que te prometió? no, me dijo que al finalizar la semana me daría algo, le dije que me quitara el yeso que me sentía mal y me respondió, que ese era mi trabajo. Estaba cansado, muy cansado y seguía con hambre.
EL señor salió, se olvidó cerrar la puerta y aproveché con mucha dificultad para salir a la calle, ví a una señora en un carro y le pedí: por favor lléveme lejos de aquí, en el camino le contaré. Que bueno la señora arrancó, le conté todo y me dijo que me llevaría a una urbanización, donde habían unos misioneros que podían ayudarme, por eso estoy aquí, pero ya no puedo caminar.
Mi corazón se puso chiquitico con esa historia, ¡qué tristeza.! .
Lo llevé a la casa para auxiliarlo, lo senté a mi mesa y con que alegría consumía los alimentos, lo demás corrió por mi cuenta hasta que vi que su problema estaba solucionado.
Nunca olvidaré aquella carita de agradecimiento y sus ojos los reconocería entre miles, pero esa impotencia de que los culpables sigan libres, es inmensa.
Eso que me sucedió dejó una inmensa huella en mi corazón. Y pensar que casos como estos se viven en muchos lugares del mundo. ¿Por qué? porque se han perdido los valores.

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