lunes, 6 de agosto de 2012

Escuchar con paciencia es, a veces, mayor caridad que dar.


                                        DONANDO TIEMPO.

Recorría un centro comercial y llegó la hora de mi café, cosa que
me avisa con una exactitud mi reloj de costumbres.
Entro a la cafetería y pido un marroncito para luego ir a instalarme
en una de las mesitas, pero hay tal cantidad de gente que todas
están ocupadas. Me dirijo a una donde sobran 2 sillas pero hay una pareja
que aplicándoles la psicología me parecieron buena gente.
Saludo y pido si me permiten sentarme con ellos, como sincronizados y con una amable sonrisa me invitan a sentarme. Es una pareja que, por la pinta, no llegaban a los cincuenta.

Hacia un frío intenso, ella llevaba una bonita bufanda, el una chaqueta de buen corte.
Entablamos inmediatamente una conversación, me contaron que ya están solos,
pues tuvieron un hijo y un trágico accidente lo arrancó de su lado.
Noté en seguida que las lágrimas se asomaron a los ojos de ambos y quise cambiar de conversación para evitarles un mal momento.
Pero fue imposible ya la señora había iniciado el viaje donde su hijo pereció.
El señor agachó la cabeza y colocó su mano en actitud pensativa y la señora seguía su relato, contaba desde el momento que salieron de su casa
a realizar un viaje muy largo hasta el momento que dice se quedaron dormidos porque ya era muy tarde, y se despertaron cuando el carro caía por un barranco, la señora narraba lo terrible del momento y el señor seguía agachado, de pronto ella dijo, allí murió nuestro hijo pues tuvo la mala suerte de golpearse la cabeza contra una roca.

En ese momento ella estaba llorando con gran amargura y a mis ojos también asomaron las lágrimas. Mientras ella hablaba yo pensaba como consolar a esa madre, a quien se le había arrancado un pedazo de su ser, el único que tenia.
Lamento, haber traído ese recuerdo les dije, entonces el señor levantando la cabeza me dijo: al contrario estoy agradecido con Ud. que prestó atención a
mi esposa que una y otra vez ha intentado contarlo, tal vez para desahogar un poco esa pena que nos está acabando. En ese momento comprendí que yo también quise cortar esa conversación que me deprimía pero era tanto su afán de narrarla que opté por escucharla.
Después de haber oído aquel padre sentí una gran alegría de haber podido ser receptora para que comunicando sus penas se sintiera mejor .Sin darme cuenta habían pasado las horas, intercambiamos direcciones y les hice la promesa de visitarlos.
De regreso a casa pensé en lo importante de escuchar, que supone callarse y donar tiempo. Es utilizar los oídos y el corazón para poder comprender como en este caso el sufrimiento de los demás. Pienso que muchas veces la razón por la que no escuchamos es que sentimos temor de ser influidos por los demás. Pero si comprendemos que los demás tienen razón logramos escuchar con mayor atención. Cuando los escuché les di una oportunidad de acercarse y desahogar sus penas, gané unos amigos y sentí la alegría de ser útil escuchando a los demás y comprendí que no había perdido mi tiempo.
Nelly Guerrero